Por Alberto Montiel
Muchas experiencias hemos vivido en los años que hemos colaborado creativamente en TarotPlane y una de las más enriquecedoras sucedió el miércoles 5 de junio de 2019 en el Centro Cultural Jaime Torres Bodet del Instituto Politécnico Nacional (IPN).
Esa tarde lluviosa realizamos un experimento al que nos invitaron hacía pocas semanas atrás: musicalizar en vivo una película de nuestra elección.
Elegimos “The Man With The Movie Camera”, una película rusa de los años 20 que no cuenta con guión, ni actores, ni diálogos. Esta película parecía la obra perfecta para experimentar la música que hacemos en TarotPlane: composiciones instrumentales cíclicas sobre las cuales improvisamos melodía y ritmo cada vez que las interpretamos.
Realizamos dos ensayos previos a la presentación de este experimento que sucedió a solicitud –lo que me hace pensar en los pretextos o compromisos con terceros que muchas veces son el chispazo que pone manos a la obra– y que desde que nos imaginamos cómo podría quedar este ensamble de música e imágenes, ya lo estábamos disfrutando en la imaginación.
“Una experiencia contemplativa” comentó una asistente al concierto tras ver la película y escuchar la música en vivo de TarotPlane. Contemplar, dejarse llevar por las imágenes y la música hacia un viaje sin destino más que el final. No es un sinsentido, ni un ruido con imágenes inconexas. Al contrario: el encuentro con lo inesperado en una experiencia que exige deponer las armas del prejuicio, de la expectativa, del consumo.
En este concierto lo más importante era la “obra”. Los músicos no importan, el cineasta no importa. La película y la música son los elementos importantes, lo que crea la experiencia. Recuerdo una declaración del filósofo francés Gilles Deleuze en la que exalta los encuentros con “obras”.
“En cierto modo, yo no creo en la cultura, pero sí creo en los encuentros, y los encuentros no se hacen con gente. La gente siempre cree que los encuentros se hacen con gente, y eso es terrible. Esto forma parte de la cultura: los intelectuales se encuentran entre ellos, esa marranada de los debates, toda esa, en fin –infamia. Pero los encuentros no se hacen con la gente, se hacen con cosas, vaya, se hacen con obra”, fueron las palabras de Gilles Deleuze en su famosa entrevista del abecedario.
¿En qué momento se convierte el músico en instrumento de la música para hacerse presente, para existir? Yo sentí desaparecer ese día.
